Incienso
La verdad es que me cuesta mucho hablar del Incienso por sus propiedades como tal, aunque sean muchas y variadas: entre las más comunes y conocidas es que es un gran cicatrizante, como diría mi hija “por eso se llama frankincense, porque a Frankestein le hubiera venido genial para sus cicatrices”. O por su gran apoyo a nivel celular, ayudando a regenerar las células sanas y por lo tanto ser un excelente aliado para combatir el cáncer, o bien para ayudar a restaurar la flora gástrica, o por sus propiedades calmantes y por lo tanto maravilloso para ayudar a aliviar el dolor de cabeza, el estrés o para promover un sueño más profundo; pero por lo que me cuesta hablar sóloo de todo eso sin más es porque realmente, para mí, el incienso es un frasco de 15 ml lleno de amor.
En mi caso el Incienso ha sido uno de los aceites más difíciles de entender.
Supongo que porque desde un inicio de algún modo percibí que era mucho más que sólo las gotas que llora el árbol a cada golpe que le dan.
Porque de ahí sale el aceite esencial de incienso: nuestras gotas de este maravilloso aceite provienen de la recina que llora el árbol como si así fuera a sanarse así mismo y por lo tanto es así como nos sana a nosotros, por fuera y por dentro.
El incienso es conocido como el rey de los aceites. El padre.
Así lo siento yo, como la caricia que cura, que limpia, que protege, que suaviza, que ayuda a cicatrizar heridas. Heridas emocionales, como el abandono y el desamparo y heridas físicas. Con tan solo ponernos unas gotas en una cicatriz inminente como pueden ser las estrías, o bien para una cesárea, un golpe, una cortada; así como poniendo una gota de incienso en nuestro corazón para ayudarnos a sanar las cicatrices que se llevan por dentro.
El incienso es el beso de buenas noches que relaja y nos ayuda a conciliar un sueño calmado, profundo, lejos de obscuros pensamientos. Despejando las emociones y dando espacio para la meditación, con tan sólo ponerlo en el difusor, en la almohada o en las plantas de nuestros pies.
El incienso desaparece la furia que vuelve la respiración torbellino y la convierte en tos, despejando las emociones y clarificando la entrada de aire. Abriendo los pulmones y con eso la entrada de oxígeno, de emociones, de afecto. Dándonos una suave y ganadora caricia en el pecho con este aceite, sentiremos como la opresión se relaja y el aire fluye.
El incienso es el consejo que despeja la pena y nos ilumina de dentro hacia afuera y por eso hace que nuestra piel luzca radiante. Si nos regalamos unos minutos al despertar y nos miramos al espejo mientras nos ponemos unas gotas de incienso en la cara, podremos ayudarnos a adentrarnos en una mirada más profunda, mientras ayudamos a nuestra tez a tener un color más luminoso, contagiando así nuestra visión del día.
El incienso es buen aliado para despejar miedos y con eso relajar las ideas, serenando, así, el dolor de cabeza, y limpieando las nubes que aveces nos abruman y confunden.
El incienso es el aceite de la conciencia, como el padre que nos guía, es el aceite que nos ayuda a encontrar el camino cuando nos sentimos abrumados, perdidos. Podemos poner unas gotas en la palma de nuestra mano abierta, porque así es como el incienso se entrega a nosotros, sin restricciones, entero; y masajearnos en la nuca, olerlo haciendo hueco con las manos en forma de cuenco y dejarnos descansar en ese recoveco que se vuelve cueva emocional, protección. Dejar que el incienso entre en nosotros y nos purifique, nos clarifique.
Podemos ponerlo a modo de limpieza en el difusor, como quien quiere purificar el ambiente y sanarlo. Podemos tomarlo por las mañanas para proteger nuestro cuerpo como quien protege a su cría con su leche materna y su abrazo. El incienso, de algún modo, podría ser el alimento divino.
Y así protegidos, podemos caminar el camino del día, con más lucidez, y con menos temor.
El incienso perdona, dándonos la fuerza y el valor para alejarnos de las energías negativas, de las malas relaciones, despertando nuestra memoria y ayudándonos así, a elegir nuevos y mejores patrones, habiéndonos antes perdonado a nosotros mismos.
Si se lo permitimos, este aceite, nos ayudará a que sea más fácil el camino que sea que nos toque transitar. Más liviano, ligero, luminoso. Es como si dejáramos de caminar solos, conectándonos con todo lo que nos rodea.