Romero
De pequeña me gustaba enterrar los pies en la arena, de mayor lo sigo haciendo. Juego a que se vayan hundiendo y me gusta la sensación de inmovilidad mientras el agua del mar hace contraste con mi pisada estática.
Luego en la vida cotidiana esa sensación del movimiento externo cuando tú te sientes estancado no es tan relajante, más bien asfixia. Nos quita el aire. Nos quita la visión y proyección a futuro. Nos anula la capacidad creativa y la capacidad para idear, visualizar, crear otro futuro, un día a día diferente. En la desesperación perdemos la capacidad de aprender y sentimos que nos hundimos cada vez más profundamente mientras la noche se cierne sobre nosotros y la marea crece descomunalmente.
Y entonces llega el romero.
Fresco.
Inhalamos y entra directo al área frontal de nuestras emociones, nos refresca las ideas, nos limpia la basura que se ha ido pegando y que nos ha ido confundiendo.
Nos renueva la ideas permiténdonos darnos cuenta de todas las alternativas con las que contamos: volvemos a poder mirar las cosas desde otra perspectiva e incluso nos vemos a nosotros mismos desde otro sitio: permitiéndonos, así, sabernos más inteligentes, más capaces y estar más dispuestos y abiertos a aprender cosas nuevas.
Este aceite, nos ayuda por lo tanto a los procesos de transición y del conocimiento, dándonos una visión y perspectiva fresca y limpia.
Ayudándonos a reaprender patrones, creencias y así forjar un nuevo camino y trazo de vida.