Planta la semilla del placer en tu cuerpo, en tus creencias, en el exterior también para que sea una forma de recordatorio del permiso a gozar. Vas a ir nutriendo en amor, conciencia y presencia cada día a esta semilla. En forma de caricias, de miradas, de placeres obtenidos rozando la punta de lengua entre tus dedos, comiendo un chocolate, mirando un amanacer, la vas a ir alimentando para que crezca enorme y fuerte y amarre sus raíces entre tus caderas, tus piernas, tu vientre, tu pecho, tu cuello, tus cabellos. Y sus raíces y ramas, flores y frutos, todos entrelazados en tu cuerpo desnudo, germinando más y más estas semillas, en ti y en quieres te rodean. Cuando tú creces en placer, en gozo, en expansión, contagias a los demás a que planten sus propias semillas del derecho al placer.