Digestzen
No sentimos impotentes, nos sentimos menos, nos sentimos la basurita pequeña, pasa de uva vieja, y a veces en ese estado de minimación de uno mismo, allí donde nada pasa nos quedamos. Hacemos nuestro y real ese sentimiento, sin embargo la mezcla digestiva, apoyándose en el aceite esencial de jengibre nos ayuda a vencer nuestros miedos, a aceptar el cambio y de repente ver la luz de quienes realmente somos.
Es como si en vez de barrernos nos quedáramos tranquilos un momento en una esquina protegidos, tomando fuerza, viendo las cosas desde otra perspectiva, dejando de culpar a los demás y las circunstancias del yo que somos, para asumir nuestros fallos y nuestras pequeñas imposibilidades, para así hacernos más fuertes y adueñares de nuestro hoy y nuestro mañana porque ayudados del aceite esencial de menta, que también contiene esta mezcla, podemos dejar ir los dolores del pasado que nos pesan en la cabeza, que nos retuercen el estómago, que no nos deja levantarnos de la cama cuando la pesadumbre del pasado y del futuro nos atora en el hoy.
Esta mezcla, activando a la menta, nos levanta, nos da ese empuje de optimismo para enfrentar el camino, paso a paso, para que el dolor antiguo deje de estar estancando y fluya, porque solo circulando podrá salir de nosotros para regresar a la madre tierra o difuminarse en el universo.
Y así, ya caminando en el día, avanzando en el sendero, activando el aceite esencial de hinojo, sentimos ese abrazo materno de la madre naturaleza que nos regresa el deseo a la luz, a la vida, a la fuerza interna que tanto tiempo habíamos callado.
Volvemos a tener hambre de vida a la vez que nos sentimos saciados de todo tipo de intoxicación física, menta y emocional, dando espacio solo al bienestar por lo que nos da la fuerza para hacernos responsables de nosotros mismos y así, con amor y ternura mirar hacia dentro, escuchando y reaccionando a las señales de nuestro cuerpo, alimentando lo que nuestras células nos piden y no sólo el deseo más inmediato de satisfacciones vacías.
Protegidos por el aceite de coriandro, y tras haber vuelto a escuchar nuestro cuerpo, este aceite que es parte de la mezcla digestiva nos ayudará a no perdernos de vista, a no dejarnos solo ver al otro. Encontrando, reconociendo y honrando tanto la verdad de los demás como la de nuestro propio ser. Reconociendo que somos parte del todo y por lo tanto únicos en la posición que representamos en la inmensidad. Nos permite desplegar nuestro ser auténtico.
Y así, siendo nosotros, fluyendo en nuestros sistemas físicos, agarrando y soltando, sin almacenar de más ni en el cuerpo ni en el alma, podremos ocupar el espacio que somos, que necesitamos.
Sin tanto malestar atorado en el vientre, en los paranasales, en la glotis podremos avanzar en nuestra vida, circular en la la de otros, disfrutar, sin la sensación de vacío por haber perdido la alegría o la sensación de insatisfacción constante que termina en un malestar de excesos donde el cuerpo se vuelve solo un recipiente al cual se le atoran las flemas, los mocos, los ruidos, la comida.
Esta mezcla, después de comer en agua caliente, aplicada de manera tópica en la zona donde se nos atoran las lágrimas en forma de mocos; en la garganta, en la espalda baja, nos ayuda a abrazar al mundo sin apretar demasiado y sin soltar tanto que sentimos que nos caemos de él.
Diluye los gases de la vida que nos fermentan dentro para dejar de ver las fracciones de instantes que nos rodean desde esa perspectiva borrosa que no nos permite proyectar todo lo que somos y todo lo que podemos ser, volviéndonos posibilidad infinita sin miedo a experimentarlas.