Lemongrass
El corazón que bombea fuerte, tan fuerte que llena de tráfico el canal circulatorio, o las venas que taponadas de las toxinas de fuera no dejan fluir el sentimiento. La espalda agarrotada. El ánimo caído. La inflamación del alma que se vuelve tos seca, huesos adoloridos, desbalance emocional. Esa sombra oscura, pelusa en el corazón que nos tose y paraliza, que nos enroca el animo y nos congestiona el cuerpo. Esa sombra que nos abraza, que nos dice al oído: tú no puedes, no vales nada, no mereces; y nos suelta el estómago en el susurro constante de “no es para ti”. Y tomamos una gota o nos la frotamos en el estómago con la esperanza de que sus propiedad antibacterianas, astringentes o antivirales hagan su trabajo y nos ayuden a quitar esa molestia en el estómago. Pero lo que hace el lemongrass es que pareciera que en la gota logra extender sus ramas verdesamarillentas y nos limpia el ánimo, como si pudiera meterse entre nuestros sentimientos más antiguos y nos liberara de ellos, cual bichos, cual moscas y mosquitos que nos zumban en el oído y no nos dejan dormir y soñar el sueño divino.
Así la Hierba Limonera, el Zacate de Limón.
Sana y restaura nuestras creencias limitantes, esas afirmaciones que vienen impregnadas en el color de los ojos, en el tono del labio e incluso algunas más recientes. Esas que nos dicen que la magia de la vida sucede de la puerta para afuera. Y por eso dentro vamos acumulando. Acumulando grasa en las arterias, basura en las esquinas, comida en los intestinos. Y así nos limpia y purifica y tiramos las cajas vacías, las cartas de antaño, los rímeles que ya no sirven, la ropa que ya no usamos, la grasa que hemos acumulado, los gases que seguimos guardando. Y así, entonces, la sangre más limpia viaja más fácil y las articulaciones cansadas, desgastadas, inflamadas empiezan a perder peso igual que el corazón, y de repente nos dicen que lucimos un rostro más contento. Es la sobra de conceptos, el exceso de elementos que no son nuestros, el polvo viejo que hemos ido metiendo a nuestro cuerpo, a nuestra versión de nosotros y es como si nos miraramos en un espejo donde nos vemos borrosos, sucios, fuera de nuestro centro.
El lemongrass, depurador, diurético, purificador, con su aroma cítrico y fuerte nos embriaga y nos lleva en una paz que eleva, que nos guia a un lugar más brillante más puro, donde todo, absolutamente todo lo podemos. Porque no hay límite para el corazón libre y satisfecho.
Si brillamos por dentro brillamos por fuera y así es como el Lemongrass expone al exterior lo que trabaja en el interior.
Nos ayuda a que brille nuestro cabello, nuestra piel, que nuestra sangre esté más ligera y así nuestra sonrisa, nuestras facciones más luminosas, y los poros más receptivos.
Dejemos que el lemongrass nos acompañe durante la noche, tal vez con una gotas extras de naranja e incienso; que al despertar nos edifique en nuestra regadera con un extra de eucalipto. Que su frescura y su fuerza limpiadora nos vaya sanando el adentro para que el afuera sea luz limpia y creadora.