On Guard

On guard

Es el mimo. La caricia tibia que protege mi voluntad, mi pecho, mis fuerzas y mis ganas. Es mi té caliente que se me antoja la caricia suave de mi abuela cuando mis días eran grises. Ahora igual. Me preparo, ceremoniosamente, mi té de On Guard y me dejo caer en la cama con un libro entre las manos, con la taza abrazada, con la garganta abriendo ese espacio donde puedan circular las emociones en vez de quedarse atoradas.

Así el On Guard, así yo esas tardes nubladas, de emociones agitadas, de miedos que surcan las ganas. Y ahí viene esta mezcla, caricia de abuela, consejo de amiga, sopa de letras.

Ahí está esta combinación perfecta de clavo, canela, naranja, eucalipto y romero cuando la tos o los estornudos empiezan a abarcarlo todo, ahí estuvieron estas gotas entremezcladas cuando mis dientes, adoloridos, pedían que los arrancara, cuando un dolor en el pecho del niño que se había peleado con su amigo le quitaba las ganas.

Esta mezcla nos hace fuerte, nos ayuda encontrar nuestro espacio, a ubicarnos en el hueco perfecto que está esperando para nosotros, nos sitúa entre la alegría y la fortaleza para remarcar nuestros límites. A los virus, a los bichos, y a las personas que quieren bajar nuestras defensas. Por eso las perlas de On Guard, gotas envueltas en una presentación versátil y de fácil uso vienen tan bien para cuando el corazón nos flaquea, para cuando alguien nos ha estornudado al lado o para cuando sentimos esos nervios que nos recuerdan a las películas de miedo cuando éramos pequeños. El On Guard es el amigo que te dice que sí puedes, que respeta tu espacio y no te presiona aunque te da la mano para entrar a un mar obscuro y lleno de algas, es el padre que te ayuda a reír mientras te hundes en un charco de agua y te levante airoso y sabes que no ha pasado nada.

Esta mezcla inmunnitaria levanta la coraza al voluntad débil por lo tanto nos ayuda a ser mejores, a enfrentarnos al día a día, a nuestros miedos del pasado, a tomar valor y saltar al vacío, o agarrar el volante de un coche, decir que no a alguien, llamar y pedir perdón a ese amigo de años…

Para mí, el On Guard, es el susurro de antaño que me ayuda a ahogar el llanto, es el klennex que borra los mocos y el té suave que arranca la tos. Es el libro, son las gárgaras, es mi mano materna que va con mis hijos a la escuela y los cuida, los mima, los protege. Son mis antepasados cuidándome a mí, es mi yo de hoy protegiéndome el alma cada día. Es mi forma de mirarme al espejo y reconocerme, regalándome un ratito cada día de sanción personal, de cuidado, de conexión, de un gran: todo va a estar bien, mientras en el té de agua tibia se tejen historias de colores anaranjados y marrones, donde el otoño se arrejunta en una taza de leche de almendras, para despertar a una mañana de sol tibio al lavarnos los dientes antes de dormir.

Esta mezcla, con sabores y aromas de un mes de Octubre, arrulla a las posibles noches de brujas y transforma a esos cuentos de sustos malignos, en versos donde los héroes somos nosotros y la capa la tenemos en forma de aceite de On Guard.

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