Patchuli

Sol.  Flores.  Libertad.  Mariposas.  Sueños.  Creatividad.  Solidaridad.  Sensualidad.  Baile.  Canciones. Sobre todo: amor y paz.

Y así el Patchuli nos remonta a los setenta.  Donde primaba la espontaneidad, el amor al otro, la unión del cielo y la tierra a través nuestro.  Ayudándonos así a tirar un clave a tierra, a que no nos enrollemos en las superficialidades modernas, a dejarnos reconectar con lo profundo y hermoso de la tierra, de la naturaleza y de nosotros mismos.

El patchuli nos quita peso, nos limpia para que así podamos conectar sin tanto lastre, sin tanta basura de por medio, facilitando así relaciones más honestas, con el otro, con nosotros.

Ayuda a entrar en conexión con lo intangible por eso es muy bueno para la meditación, la introspección e incluso para promover la creatividad.

El patchuli suelta, hace que movamos el cuerpo y que sintamos que lo hacemos con gracia, porque nos libra las cadenas de la mirada rígida que impone y dispone.  Nos libera.

Ojalá todos al menos una vez a la semana, le dedicaremos media hora al aceite de patchuli, comulgáramos con él, dejásemos que nos hablara, que nos guiara a un mundo más suave, más lúdico, menos preso; nos centrara fuera del centro del universo y así, entonces, abriésemos un canal de agradecimiento para con todo lo que nos rodea.
El patchuli no pide nada, pero cuando dejas que entre en tu vida, te da una serenidad hermana de la calma, pero que viene por otro lado, que tiene más que ver con la comunión universal.

Este aceite, nos inicia y nos ayuda a dar los primeros pasos en un camino que nunca deberíamos dejar de caminar, porque sólo así, llegaremos al destino que realmente importa.

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