Vetiver

Vetiver

Un cable a tierra.

Un respiro.

Un abrazo silencioso, contenedor pero sin condescendencia. Firme.

Cuando la cabeza se nos va, cuando nos dispersamos entre el hoy, el instante, el ayer, el futuro, cuando la realidad se vuelve chicle y absorbemos como esponja llena sólo gotas inconscientes y drenamos las emociones y no retenemos la información o la mezclas, disipamos, dejamos ir; porque estamos sobresaturados, porque tenemos las emociones colapsadas, porque no podemos más; en esa pausa, podemos respirar con conciencia y ganas, la raíz del vetiver para que nos jale los pies y nos vuelva a la tierra, para que entierre nuestras entrañas y nos regrese al aquí, ahora, instante perfecto en el que vivimos.

Dándonos la frecuencia perfecta para entrar en nosotros mismos, para navegar nuestro yo, nuestras imperfecciones, nuestras mayores dudas, nuestras divisiones emocionales, encontrando la respuesta en lo más puro y honesto de nosotros y así conseguir ver nuestro verdadero yo.

El vetiver es el aceite que nos lleva a la mesa y nos ofrece un vaso de agua después de haber estado dando vueltas y más vueltas en la pista de baile.  Es el aceite que nos dice ya estuvo bueno, que nos da la mano con amor pero firmeza y nos va llevando a nuestro centro y con esa determinación que a su vez protege el vetiver nos lleva al lugar obscuro donde siempre queremos encender la luz y nos deja ahí, a ciegas, pero abrazándonos, guiándonos en su verbo suave por el camino que nos despejará el dolor para llevarnos a un alivio real, donde su raíz se mezcla con la nuestra y así los hierbajos quedan fuera, lejos, del otro lado de la tierra donde ya no intoxican más.

Seamos conscientes que el paseo al lado obscuro de la noche donde las brujas y las pesadillas son tan reales como nuestros dolores es un paseo de catarsis, dolor y resistencia.  El vetiver es el cinturón de seguridad que nos mantendrá centrados en este viaje por la montaña rusa de nuestros peores y más profundos miedos,  Es un viaje que después del llanto, del grito, de la emoción y de la adrenalina, salimos más fuertes, más enteros, y sobretodo más honestos.

Para el corazón divido, para la mente dispersa, para el cuerpo estresado, para la necesidad de salir corriendo y no parar, de meterte debajo de la almohada y volverte un ratoncito desconocido, para el niño que sufre en silencio, el adulto cuyo cuerpo pareciera estar enojado con él,  para el adolescente que traduce su dolor en falta de alimento, para la madre que acaba de parir, y para la piel encendida en duelo.  El vetiver es el padre que que protege, la abuela que te acoge entre sus brazos, el amigo que te guía a travez del consejo, y tu mismo que buscas ser tu mejor versión.

Aplicado en la nuca, en el difusor, en la planta de los pies, en la sien, en el corazón, ingerido en cápsulas vegetales, protegiéndolo entre tus manos como si estas fueran cuencos y masajeando así tu cuerpo entero, el vetiver te llevará a la raíz de tu espíritu, te conectará a la madre tierra, a la verdad de ti mismo, y será un viaje infinito que una vez entres en él, y limpies la porquería que obscurece tu templo, será el viaje al que siempre querrás volver, porque ahí están todas tus respuestas.

Déjate llevar al infinito de ti mismo y que la raíz pura, profunda, añeja del Vetiver te vuelva a ti luz infinita para los demás.

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